lunes, 2 de agosto de 2010

Extracto de Compendio (Zsadist y Bella)

“Bella se paseaba sobre piernas temblorosas por la sala de primeros auxilios y fisioterapia del centro de entrenamiento, dando vueltas alrededor de la mesa de reconocimiento. De vez en cuando se detenía para comprobar el reloj.

¿Dónde estaban? ¿Qué más podría haber salido mal? Ya había pasado más de una hora…

Oh, Dios por favor, que Zsadist esté vivo. Por favor, que lo traigan de vuelta con vida.

Caminó y caminó, una y otra vez. Finalmente se detuvo en la cabecera de la camilla y miró a lo largo de la misma. Quizá era el penetrante dolor que sentía dentro de ella; quizá era el pánico; quizá era la desesperación; pero se encontró pensando en cuando había estado sobre esa cosa, como paciente. Dos meses atrás. Cuando había nacido Nalla.

Dios, que pesadilla había sido aquello.

Dios, que pesadilla era esto… esperando a que trajeran a su hellren herido, sangrando, sufriendo… y eso sería en el mejor de los casos. 

Para evitar volverse loca, o más bien porque ya estaba loca y su cerebro deseaba librarse de algunos recuerdos que de permanecer, harían que continuara en la tierra de los enajenados, pensó en el nacimiento, en ese momento en el cual las vidas de ambos, la de ella y la de Z habían cambiado para siempre. Como para muchas de las cosas dramáticas, se había preparado para el gran evento con anticipación, pero no obstante, cuando llegó, había sido totalmente aterrador. Estaba en el onceavo mes de los dieciocho acostumbrados y había sido un lunes por la noche.

Una mala manera de empezar la semana laboral. Realmente.

Había tenido antojo de comer chili, y Fritz la había complacido, llevándole una porción tan picante como a ella le gustaba... lo que significaba que uno no querría llevársela a los labios ya que seguro que ardería. Sin embargo cuando el querido mayordomo le había llevado el humeante cuenco, había sido incapaz de aguantar el olor ni la vista de la comida. Sintiendo nauseas y empapada en sudor, fue a tomar una ducha para refrescarse, y al entrar al cuarto de baño, se preguntó cómo demonios iba a soportar otros siete meses, con el bebé creciendo en su barriga.

Evidentemente, Nalla, había tomado a pecho ese pensamiento al azar. Porque por primera vez en semanas, se movió con fuerza… le dio un agudo puntapié y Bella rompió aguas. 

Bella había levantado la bata, mirado hacia abajo todo ese líquido, y por un momento pensó que había perdido el control de su vejiga o algo. Luego lo entendió. Había seguido el consejo de la doctora Jane y había evitado leer la versión vampira de: Que esperar cuando usted está esperando, pero tenía suficiente noción para saber que una vez que rompiera aguas, no había marcha atrás.

Diez minutos después estaba acostada en esa camilla, y la doctora Jane la estaba examinando rápida pero concienzudamente. Su diagnóstico fue que el cuerpo de Bella no parecía estar listo para seguir con el programa, y que había que sacar a Nalla. Le administró Oxitocina que era un medicamento utilizado frecuentemente para inducir la labor en las mujeres humanas, y poco después Bella aprendió la diferencia entre el dolor y la labor.

El dolor lograba llamar tu atención. La labor exigía toda tu atención.

Zsadist había estado afuera en el campo de batalla, y cuando llegó, se puso tan frenético que los pocos cabellos que sobresalían de su corte al rape se le pusieron de punta. Había tirado sus armas formando una pila de plomo y acero inoxidable y se había apresurado a correr a su lado.

Nunca lo había visto tan asustado. Ni siquiera cuando se despertaba sobresaltado por haber soñado con esa sádica Ama que había tenido. Los ojos se le habían puesto negros, no por el enojo, sino por el miedo, y tenía los labios tan apretados que parecían un par de rayas blancas.

Sin embargo, tenerlo a él a su lado, le había ayudado a sobreponerse al dolor. Y había necesitado cualquier alivio que pudiera conseguir. La doctora Jane le había aconsejado que no se diera anestesia epidural, ya que ésta droga a los vampiros podía provocarles una disminución alarmante de la tensión arterial. Así que nada de anestesia para ella.

No habían podido llevarla a la clínica de Havers, porque una vez que la Oxitocina se había disparado en su cuerpo, inesperadamente el trabajo de parto había progresado demasiado rápido como para ser trasladada a cualquier parte. Y como el alba estaba cerca, era imposible que el médico de la raza llegara al centro de entrenamiento a tiempo…

Bella regresó al presente y pasó la mano por encima de la delgada almohada que descansaba en la camilla. 

Podía recordar haber agarrado la mano de Z con tanta fuerza como para romperle los huesos cuando se había puesto tan tensa que le dolían los dientes y sentía como si estuvieran rasgándola por la mitad.

Y entonces sus signos vitales habían colapsado.

—¿Bella? 

Se dio vuelta a toda velocidad. Wrath estaba en la puerta de la sala de primeros auxilios, el enorme cuerpo del Rey llenaba el marco. Con el cabello negro que le llegaba hasta la cadera, las gafas envolventes, y los pantalones de cuero negro, parecía una versión moderna del Grim Reaper acercándosele silenciosamente.

—Oh, por favor, no —dijo, aferrándose a la camilla—. Por favor…

—No, está bien. Él está bien. —Wrath se acercó y la tomó del brazo, sosteniéndola—. Está estable.

—¿Estable?

—Tenía una fractura expuesta en la parte inferior de la pierna, lo que provocó que sangrara un poco.
Ese poco era seguramente un muchísimo, pensó ella.

—¿Dónde está?

—Donde Havers, pero lo traerán a casa ahora mismo. Supuse que estarías preocupada, por eso quise venir a avisarte.

—Gracias. Gracias…

Últimamente habían estado teniendo problemas, pero aún así, la idea de perderlo era catastrófica.

—Ven aquí, Bella.

—No, estoy bien. —Y un cuerno si lo estaba—. De verdad, estoy…

—Y un cuerno si lo estás. Considéralo un decreto real si eso hace que tu ego se sienta mejor.

Bella sonrió y dejó de luchar. Cuando se acercó a él, el Rey la envolvió en sus enormes brazos y la abrazó suavemente.

—Deja que los temblores te atraviesen. De esa forma podrás respirar más fácilmente, lo creas o no.
Hizo lo que le sugirió, aflojando el rígido control que había estado ejerciendo sobre sus músculos. Como respuesta, todo su cuerpo se estremeció, desde los hombros hasta las pantorrillas, y tuvo que apoyarse en la fuerza del Rey o hubiera caído directamente al suelo.

Sin embargo, era gracioso. Él tenía razón. Una vez que pasaron los temblores, fue capaz de respirar hondo una o dos veces.

Cuando estuvo considerablemente más estable, se apartó. Mirando fijamente la camilla, frunció el ceño.

—Wrath, ¿puedo preguntarte algo?

—Por supuesto

Tuvo que pasearse un poco antes de poder formular la pregunta apropiadamente.

—¿Si Beth… si tú y Beth tuvieráis un bebé, amarías al niño tanto como la amas a ella?

El Rey pareció sorprendido. 

—Ah…

—Lo siento —dijo—. Eso no es de mi incumbencia…

—No, no es eso. Estoy intentando imaginar la situación.

Levantó la mano y se quitó las gafas de sus brillantes ojos color verde pálido. Estuvo pensando durante un rato y mientras lo hacía jugaba con los delgados brazos de las gafas envolventes, sus dedos romos y fuertes las movían de un lado a otro, y el ruidito de un rechinar de plástico se elevó en la habitación embaldosada.

—Así es la cosa... y creo que esto es cierto para todos los machos emparejados. Tu shellan es el corazón que palpita en tu pecho. Incluso, mucho más que eso. Es tu cuerpo, tu piel y tu mente... todo lo que alguna vez fuiste y todo lo que llegarás a ser. Así que un macho nunca podrá sentir tanto amor por otra persona como el que siente por su compañera. Simplemente no es posible… y pienso que las cosas están evolucionando un poco. Cuanto más profundamente ames, más protegerás, y mantener a tu hembra con vida a toda costa significa que ella podrá cuidar a los hijos que tenga. Habiendo establecido ese punto, por supuesto que amas a tus hijos. Pienso en Darius y en Beth... estaba desesperado por mantenerla a salvo. Y Tohr con John... y... sí, quiero decir, sin duda se siente un profundo amor por ellos.

Era lógico. Pero Zsadist ni siquiera sostenía a Nalla... 

Las puertas dobles de la clínica se abrieron y Z fue ingresado. Estaba vestido con una bata de hospital, sin duda porque sus ropas debían haber sido cortadas en la clínica de Havers, y su rostro carecía de todo color. 

Tenía ambas manos vendadas y llevaba una escayola en la parte inferior de la pierna.

Estaba desmayado. Más que eso, parecía muerto.

Se apresuró a ir a su lado y le puso la mano en el hombro. 

—¿Zsadist? ¿Zsadist? 

Las intravenosas y las píldoras no siempre eran el mejor tratamiento para un herido. A veces todo lo que se necesitaba era el toque del ser amado, el sonido de su voz y el conocimiento de que se estabas en casa, para que de repente regresaras del borde. 

Z abrió los ojos. Cuando se encontró con la fija mirada azul zafiro de ella su vista adquirió el brillo de las lágrimas. Bella estaba inclinada sobre él, su espeso cabello color caoba resbalando por encima de su hombro, el hermoso rostro de rasgos clásicos surcado por la preocupación.

—Hola —la saludó, porque era lo único que podía hacer.

En la clínica había rehusado que le administraran medicamentos para el dolor, porque el efecto de flojera que le daba le recordaba la manera en que había sido narcotizado cuando estaba en poder de su Ama. Así que con la pierna rota, y lo que le había ocurrido en las palmas de las manos, sentía una agonía espantosa. Y aún así el ver a Bella le ayudó mucho con el dolor.

—Hola. —Le pasó la mano sobre el cráneo rapado—. Hola...

Él echó un vistazo a su alrededor para ver quien más estaba en la sala de primeros auxilios y fisioterapia. 

Wrath estaba hablando con Rhage en la esquina cercana a la bañera de hidromasaje, Qhuinn, John y Blay estaban de pie frente a las hileras de gabinetes de acero y vidrio.

Cuando pudo enfocar claramente los detalles de la habitación, pensó en la última vez que había estado allí.
En el nacimiento.

—Shhh... —murmuró Bella, que evidentemente había malinterpretado la razón de su mueca de dolor—. Sólo cierra los ojos y relájate.

Hizo lo que le pidió, porque había regresado al borde del abismo, no por lo mucho que le estaba doliendo.
Dios, la noche en que había nacido Nalla... cuando casi había perdido a su shellan... 

Z apretó aún más los ojos, no deseando revivir el pasado... ni mirar muy de cerca el presente. Corría el peligro de perder a Bella. De nuevo. Y era su culpa. De nuevo.

—Te amo... —susurró—. Oh, Dios, por favor no me dejes... “


Gracias a CDR

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