"¿Estás loco?"
"Sí. Demente." Él la cogió y apuntaló su peso, manteniéndose cerca… lo suficientemente cerca como para que ella pudiese asestarle una buena si quería. "Voy a ser tu saco de boxeo, tu chaleco Kevlar, tu guardaespaldas… Haré cualquier cosa para ayudarte a superar esto."
"Estás loco", suspiró ella.
Cuando lo miró toda sonrojada y ardiente, el calor en la sangre de él aumentó - y los llevó a un territorio aún más peligroso. Joder, ¿realmente necesitaba ponerse cachondo? Ahora no era el momento ni el lugar.
Así que, naturalmente, él le preguntó:
"Qué vas a hacer... ¿Quieres golpearme o besarme?"
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Su mano enjabonada vagaba por donde no debía, moviéndose entre sus muslos, barriendo la parte inferior de su erección.
"J***r" apretó los dientes mientras deslizaba su mano hacia abajo, la fricción intensificándose…
Se obligó a desviar esa maldita mano. Y terminó lavándose el pelo tres veces en un intento por mantenerse ocupado. Llevando así el infierno fuera. Por supuesto, la mejor solución era salir de la privacidad y la calidez seductora de la ducha - pero no podía convencer a su cuerpo para que se dirigiese a la alfombra de baño.
Antes de darse cuenta, su erección estaba hacienda la cosa del imán-al-acero y la palma de su mano trataba de regresar a casa… y él abandonó la lucha.
Sucio. Lascivo. Cabrón.
A pesar de todo, se sentía demasiado bien ese agarre que él imaginó de ella, esa sujeción, que se enroscaba en la punta.
Además, ¿cuáles eran sus opciones? ¿Tratar de ignorarlo? Sí, claro. Tiró de los pantalones del pijama, iba a ser un Barnum & Bayle obsceno –una tienda de campaña y algo más. Y tenía que ir a verla antes de que estallase.
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